Esta formidable veterana de la escena, aquella que en su juventud fue uno de los rostros indispensables de 'Estudio 1' y las primeras series de la televisión en blanco y negro, protagonista de los títulos más señeros del teatro español, se encuentra como pez en el agua con los adolescentes que la rodean en las grabaciones de 'El internado' (Antena 3). Para todos tiene una palabra amable, de apoyo. Amparo Baró, que en septiembre cumplirá 70 años, mantiene su vitalidad y optimismo ante la vida y ha vuelto a la televisión por gusto a una serie bien armada, después su regocijante despedida en '7 vidas', donde dejó un buen sabor de boca con Sole, la de las collejas.
-¿Qué le ha movido a volver a la televisión, después de la despedida tan sonada en '7 vidas'?
-Era muy difícil que volviera a la televisión porque fue una etapa estupenda para mí. Pero a los pocos meses me llamó Daniel Écija (productor de Globomedia) y fue muy difícil sustraerme a sus requerimientos.
-Ahora interpreta a una mujer de carácter, otro registro muy distinto al de Sole...
-Como casi todos los personajes no es lo que parece y tiene muchos matices que se verán. La gobernanta se ha tenido que hacer dura, defenderse, y eso les pasa a todos los seres humanos. Es un personaje herido por algo que todavía no se va a saber. No tiene nada que ver con otros trabajos que he hecho en la televisión.
-Pero la televisión machaca a los actores. A usted la recuerdan mucho por Sole, y en esta serie la gente aún está aguardando a ver cuando da la colleja...
-Hace dos días que unos chicos me pidieron por la calle que les diera una colleja. Puede confundir algo al espectador, pero espero que la audiencia se sitúe.
-Y usted no puede vivir sin trabajar...
-Fíjate que sí. Me ha ilusionado esta serie, que tiene una estética de película, y me gusta volver a estar rodeada de gente joven con la que me divierto, una juventud a la que entiendo. Pero yo puedo estar perfectamente sin trabajar. Me lo paso bárbaro, leo, descubro cosas nuevas porque tengo curiosidad. Me preguntaron el otro día qué era lo que odiaba más y contesté que no saber lo que pasará en este mundo dentro de cincuenta años. Yo soy una entusiasta de la vida. Al final trabajo porque tira la vocación. Son ya cincuenta años de oficio; he tenido suerte y me he merecido permitirme económicamente estar sin trabajar hasta que me muera. Sin comprarme yates, claro.
-Se la veía en televisión desde los tiempos de 'Estudio 1'. ¿Contempla con nostalgia el pasado?
-No. Aquellos fueron unos tiempos bastante heróicos. Se hacían muchos esfuerzos para conseguir hacer buenos teatros y series. Empecé haciendo una serie de Jaime de Armiñán en el Paseo de la Habana, luego con Marsillach. La televisión se llenó de espléndidos actores de teatro. Y no miro aquello con melancolía, sólo recuerdo la gran escuela que se creó. Ahora hacemos una televisión que en un buen tanto por cierto es muy aceptable. Estoy hablando sólo de las series, no de otros tipo de programas porque yo tengo los canales digitales y me gustan mucho las series norteamericanas. Allí son unos maestros, hacen unos guiones maravillosos, que son la base de todo.
-En definitiva, no es una persona melancólica...
-Sólo tengo nostalgia y melancolía de mi madre. Pero de nada más. El paso del tiempo lo llevo bien porque afortunadamente no tengo achaques, no me canso. Y lo único que pido es que cuando me tenga que tocar no dé la lata a nadie.
-La televisión ha cambiado ¿Y el país?
-Ha cambiado para bien. Somos todavía una democracia muy joven, pero en el futuro será fantástica, aunque yo no lo vea. Creo que nuestros políticos tienen aún que educarse porque supongo que hay unos modos y unas formas y son ellos los que nos encabritan, los que crispan. Diga usted las cosas con normalidad, no me griten ni unos ni otros.
- Usted pertenece a una generación de sólida formación interpretativa. Ahora, en las nuevas generaciones, parece que se crean actores en un hervor...
-Sí es verdad. Cuando yo era joven no existía la televisión y entrábamos de meritorios en el teatro, con Bódalo o con Mari Carrillo. Así se aprendía el oficio. Ahora hay muchas series y el sesenta por ciento de los jóvenes que entran en ellas no van a continuar en esto. Seguirán los que estén verdaderamente seguros de que esto les gusta, siempre se lo digo a ellos. No se trata de decir qué guapo estoy y por la noche me voy de copas. Hay que currar mucho. El premio a este trabajo es trabajar en lo que te gusta.
-¿Qué le ha movido a volver a la televisión, después de la despedida tan sonada en '7 vidas'?
-Era muy difícil que volviera a la televisión porque fue una etapa estupenda para mí. Pero a los pocos meses me llamó Daniel Écija (productor de Globomedia) y fue muy difícil sustraerme a sus requerimientos.
-Ahora interpreta a una mujer de carácter, otro registro muy distinto al de Sole...
-Como casi todos los personajes no es lo que parece y tiene muchos matices que se verán. La gobernanta se ha tenido que hacer dura, defenderse, y eso les pasa a todos los seres humanos. Es un personaje herido por algo que todavía no se va a saber. No tiene nada que ver con otros trabajos que he hecho en la televisión.
-Pero la televisión machaca a los actores. A usted la recuerdan mucho por Sole, y en esta serie la gente aún está aguardando a ver cuando da la colleja...
-Hace dos días que unos chicos me pidieron por la calle que les diera una colleja. Puede confundir algo al espectador, pero espero que la audiencia se sitúe.
-Y usted no puede vivir sin trabajar...
-Fíjate que sí. Me ha ilusionado esta serie, que tiene una estética de película, y me gusta volver a estar rodeada de gente joven con la que me divierto, una juventud a la que entiendo. Pero yo puedo estar perfectamente sin trabajar. Me lo paso bárbaro, leo, descubro cosas nuevas porque tengo curiosidad. Me preguntaron el otro día qué era lo que odiaba más y contesté que no saber lo que pasará en este mundo dentro de cincuenta años. Yo soy una entusiasta de la vida. Al final trabajo porque tira la vocación. Son ya cincuenta años de oficio; he tenido suerte y me he merecido permitirme económicamente estar sin trabajar hasta que me muera. Sin comprarme yates, claro.
-Se la veía en televisión desde los tiempos de 'Estudio 1'. ¿Contempla con nostalgia el pasado?
-No. Aquellos fueron unos tiempos bastante heróicos. Se hacían muchos esfuerzos para conseguir hacer buenos teatros y series. Empecé haciendo una serie de Jaime de Armiñán en el Paseo de la Habana, luego con Marsillach. La televisión se llenó de espléndidos actores de teatro. Y no miro aquello con melancolía, sólo recuerdo la gran escuela que se creó. Ahora hacemos una televisión que en un buen tanto por cierto es muy aceptable. Estoy hablando sólo de las series, no de otros tipo de programas porque yo tengo los canales digitales y me gustan mucho las series norteamericanas. Allí son unos maestros, hacen unos guiones maravillosos, que son la base de todo.
-En definitiva, no es una persona melancólica...
-Sólo tengo nostalgia y melancolía de mi madre. Pero de nada más. El paso del tiempo lo llevo bien porque afortunadamente no tengo achaques, no me canso. Y lo único que pido es que cuando me tenga que tocar no dé la lata a nadie.
-La televisión ha cambiado ¿Y el país?
-Ha cambiado para bien. Somos todavía una democracia muy joven, pero en el futuro será fantástica, aunque yo no lo vea. Creo que nuestros políticos tienen aún que educarse porque supongo que hay unos modos y unas formas y son ellos los que nos encabritan, los que crispan. Diga usted las cosas con normalidad, no me griten ni unos ni otros.
- Usted pertenece a una generación de sólida formación interpretativa. Ahora, en las nuevas generaciones, parece que se crean actores en un hervor...
-Sí es verdad. Cuando yo era joven no existía la televisión y entrábamos de meritorios en el teatro, con Bódalo o con Mari Carrillo. Así se aprendía el oficio. Ahora hay muchas series y el sesenta por ciento de los jóvenes que entran en ellas no van a continuar en esto. Seguirán los que estén verdaderamente seguros de que esto les gusta, siempre se lo digo a ellos. No se trata de decir qué guapo estoy y por la noche me voy de copas. Hay que currar mucho. El premio a este trabajo es trabajar en lo que te gusta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario