Vuelve a clase y un gesto de complacencia le delata. Tal vez porque es su último curso en El internado. Martín Rivas se enfrenta con serenidad a su despedida del Laguna Negra, que cerrará definitivamente sus puertas el próximo otoño.
Ha superado estos tres años de intenso aprendizaje. Además, el tormento de Marcos, su personaje, le ha dado un plus de atractivo. Ya no es el alumno retraído, en la séptima temporada se muestra seguro de sí mismo y hasta sexy. Eso sí, aún sigue midiendo sus palabras.
-¿Queda algo del chico que en 2007 dejó Santiago para instalarse en Madrid?
-Aquello supuso un cambio muy brusco, era muy joven y no sabía en qué iba a derivar todo esto. Pero lograba mi independencia económica. Fue un desafío, tanto como trabajar en esta serie.
-Termina El internado… ¿Qué crees que te depara el futuro?
-La vida son ciclos y ahora necesito empezar de cero otra vez, es parte de mi construcción como persona. Entonces estaba angustiado, tenía la responsabilidad de hacerlo bien y encontrar mi sitio. Aprendí a sobrellevarlo.
-Ya no pareces un joven tan tímido…
-Sigo siéndolo, pero me gusta ser sensato y medir lo que digo. Ya me manejo mejor en las entrevistas, antes me sentía incómodo.
-Debe resultar duro mantener una pose.
-Yo no lo veo así… No me preocupan las preguntas que me hacen sino las respuestas, que sean malas. La popularidad forma parte del juego. Esta profesión implica algo más que actuar, es un negocio, como el fútbol.
-¿Ser sexy forma parte del juego?
-Si alguien me considera guapo le estaré agradecido. No es una etiqueta incómoda. El problema surge si sólo llega eso. No me veo como un ídolo. Me esfuerzo para que la gente se involucre en mi trabajo, quería que Marcos resultará atractivo y en eso sigo.
-Tu personaje te ha contagiado la imagen de chico bueno… ¿O tú no eres así?
-¿Tú qué crees? Marcos me pedía eso, y yo quería disfrutar de él y quizá por eso ha funcionado. En este momento tengo otro reto atractivo e inspirador: cambiar esa imagen que se ha creado de mí.
-Quizá era lo que se esperaba de ti por ser hijo de quien eres (Manuel Rivas).
-Nunca lo he sentido así. No creo que esperaran algo concreto de mí por ser hijo de un escritor. Mi familia sí me ayudó a atenuar el impacto, allanó el camino.
-¿Te sientes cercano a los jóvenes de tu edad (tiene 25 años)?
-Puede ser que sea un privilegiado. Pertenezco a una generación engañada. Se nos incitó a tener muchas expectativas, que luego no se han cumplido. La situación es bastante desesperanzadora entre los universitarios. Yo sé que tengo suerte.
-Ya te has licenciado en Comunicación Audiovisual. ¿Sigues soñando con ser director de cine?
-En un futuro sí que me gustaría hacer películas. Además, eso es lo que me llevó a la interpretación, y creo que podría compaginarlo con la carrera de actor. Aunque, si ya cuesta ser bueno en una cosa, imagínate en dos.
-¿Se te ocurre alguna una referencia cinematográfica para el final de la serie?
-El imperio del sol, de Steven Spielberg. Relata el drama de un niño que es apartado de sus padres durante la Segunda Guerra Mundial y que termina en un campo de refugiados. La última escena, la del reencuentro con su familia, es brutal. En ella, este pequeño, que me recuerda a Paula [Carlota García, su hermana en la ficción], no articula palabra, se limita a tocarlos. Es soberbia. Sería una buena fórmula para materializar la reunión de Marcos y Paula con su madre.
-Y volviendo a la realidad de las grabaciones, cómo crees que será…
-Está claro que el dramatismo irá a más. Yo espero un desenlace de verdad, una orgía de destrucción.
-¿Entonces no esperas que el destino sea generoso con Marcos?
-Merece llevarse una alegría, pero no sé si se la darán. El secretismo es absoluto, aunque estoy seguro de que no defraudará.
-Sabemos que eres un lector voraz…
-Leo un poco todos los días. Ahora estoy con la biografía que Peter Biskind [Moteros tranquilos, toros salvajes] ha hecho del actor y productor Warren Beatty.
-Participas también en campañas de moda. ¿Te gusta?
-Posar para buenos fotógrafos me ayuda en mi trabajo interpretativo. Sabes que todo depende de la mirada, la luz… Tu cuerpo se convierte en un lienzo. Y si encima si te sacan guapo y estupendo…
-¿Eres presumido?
-Esto no tiene nada que ver con ser presumido o narcisista. Lo soy en la justa medida, disfruto cuando me veo bien, pero tampoco entiendo mucho de moda.
-¿En qué momentos muestras tu lado más salvaje?
-Viendo un partido de fútbol, por ejemplo. Aunque esa imagen la reservo sólo para mi gente y prefiero que no trascienda, está dentro de mí. Me gusta entusiasmarme y, algunas veces, hasta ser irracional y visceral, pero procuro que no salga a la luz, y más en los tiempos que corren… ¡todo se sabe!
-Pero también te gustara observar… ¿No curioseas en internet?
-Ahora no tengo conexión en casa… La utilizo para ver vídeos y hablar con los amigos.
-¿Ves la serie? ¿Analizas tu trabajo?
-Lo hacía al principio, ya no, estoy en el otro extremo. Esperaré al menos dos años para volver a verla.
-¿Qué harás cuando termines de grabar El internado?
-Dormir y dormir. Necesito una cura de sueño.
Vía Teleprograma.tv
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